A esta altura, muchos científicos e investigadores están
coincidiendo en que el mayor capital humano es el intelecto. De hecho siempre
fue así.
La verdadera riqueza de una sociedad reside justamente en la
capacidad mental del
individuo como sostiene el neurocientífico argentino
Facundo Manes. Capacidad que obviamente hay que estimular de pequeños. Si bien
los recursos naturales en la sociedad son de una gran importancia como el agua
o el petróleo entre otros, la mayor riqueza y poder está en nuestra mente. El
periodista Andrés Oppenheimer lo escribe en su libro “Crear o morir”.
Sostiene que la innovación, la capacidad de inventar, es la
que cambia a nuestra sociedad y genera las mayores riquezas. Por ejemplo países
como Nigeria y Venezuela tienen mucho petróleo pero sus sociedades sufren la
corrupción que desemboca en pobreza, es decir, de una inequidad social y
económica injusta. Otros, como Singapur casi sin recursos naturales tienen una
economía mucho más favorable, con mejores índices económicos. Los inventos no
solo dan soluciones a la vida cotidiana sino que también generan fuentes de
ingresos por generar empleo.
De aquí deducimos que una buena alimentación, una nutrición adecuada,
desde el nacimiento es clave para el desarrollo mental. De lo contrario, los
daños son irreversibles por más que se corrija después.
Los gobiernos por otra parte tienen la obligación de invertir
fuertemente en planes educativos que satisfagan la demanda social y que
estimulen las ganas de estudiar y de innovar a los jóvenes.
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