En la actualidad, hombres y mujeres tienen entre sus principales objetivos verse bien. Y una de las variables más importantes que deben ser consideradas para lograrlo es un efectivo control del peso. Este se alcanza al combinar una buena
rutina de ejercicios con una alimentación balanceada. Si bien los alimentos suministran energía al individuo, no todos proveen la calidad y cantidad necesaria para que este lleve a cabo las múltiples actividades diarias que lo caracterizan. La energía es proporcionada por la terna alimentaria de hidratos de carbono, lípidos y proteínas. Esto se hace a través de las calorías que se miden generalmente en kilocalorías (Kcal). La fuente primaria de energía es el carbohidrato glucosa. Las proteínas están más dirigidas a funciones de crecimiento y mantenimiento de tejidos. Los lípidos o grasas son los nutrientes con mayor cantidad de energía almacenada. Por este punto no es aconsejable su consumo exagerado, y peor si son grasas de mala calidad para la salud como las grasas saturadas. Esto conduce inevitablemente al aumento del peso corporal y desembocando por esto a problemas de hipertensión y enfermedades afines. Por otra parte debemos mencionar a los minerales y las vitaminas, quienes no poseen valor calórico, pero ayudan a que el cuerpo aproveche mejor las calorías almacenadas en los nutrientes de la terna alimenticia.
El peso del cuerpo se mantiene estable cuando existe un balance adecuado entre las calorías incorporadas y el gasto metabólico posterior. Cuando este consumo sobrepasa bastante al desgaste el resultado es que esta cantidad excedente se transforma en grasa, específicamente en triglicéridos. Esto lleva directamente al aumento de peso por la producción excesiva de grasas. De ahí viene la necesidad de adelgazar.
Para tener una idea podemos decir que medio kilo de grasa equivale aproximadamente a 3500 calorías. O sea, que si alguien gasta 500 calorías demás por día, conllevaría a disminuir unos 500 gramos o medio kilo por semana. Sería una cantidad coherente ya que los especialistas consideran que la baja no debe exceder el kilo semanal. Hay que hacerle caso omiso a esas dietas que prometen falsas expectativas. Aparte una velocidad mucho mayor de disminución provocaría serios riesgos para la salud.
Es importante señalar que no todos los metabolismos son iguales. Algunos tienen más facilidad para quemar grasas que otros. Por esto es bueno consultar a un especialista, para que este indague al paciente y lo oriente a una dieta adecuada para él. Otro tema es si hay una enfermedad asociada a cada paciente en particular, ya que quizá un alimento puede ser bueno para uno pero no para otro paciente. Por regla general, se sabe que el consumo de frutas y verduras en todas sus formas favorece el bajar de peso y mejora el metabolismo en gran manera. Más de la mitad del consumo total de la dieta debe ser de carbohidratos de calidad. Un 10 a 15 % de proteínas y no más de un 30 % de grasas, pero generalmente insaturadas que se encuentran en el pescado y aceites vegetales como el de Oliva.
Para finalizar, un buen plan de actividad física. Esto es fundamental. La actividad física no solo produce la quema de calorías sino que mejora ostensiblemente nuestro metabolismo, aparte de perder peso. No es necesario matarse en un gimnasio o excederse en la propia capacidad porque es peligroso para nuestro corazón. Un chequeo previo es lo mejor y comenzar de a poco con buenas caminatas. Y lo fundamental, no es empezar sino mantener estos hábitos tanto alimentarios como de actividad física. No veamos como el único objetivo el perder peso sino más bien el mejorar nuestra salud.
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